lunes, 17 de junio de 2013

Barrio de austrias

Las calles estrechas que se abren entre casonas espigadas pueden ser un laberinto de sombras cuándo se desconoce el barrio de Austrías.Un barrio que de mañana es totalmente solitario,pero al crecer el día es abarrotado por curiosos turistas que salen de la Calle Mayor para adentrarse en el barrio cercano de la Latina.

Recuerdo caminarle por primer ves;sentía una seguridad familiar al ver la similitud se sus calles y fachadas con Guanajuato: una ciudad que solía frecuentar en mi niñez y juventud.Se recuerda en otoño, cuándo el sofocante calor se despide en cortos lapsos en la llega del invierno y las mañanas son más frescas de lo normal,salir de la Almudena con dirección a esas casas forradas con pequeño ladrillos que se iluminaban con el  sol de la mañana era un placer sin tiempo.Algunas veces terimanabá en la Plaza de la Villa, donde se solían hacer actos cívicos,otras veces subía al puente de Segovía o de los suicidios para bajar por una verde ladera que terminaba en la calle Segovía.

Eran días que la crisis no habitaba en la vida diaria de los madrileños y se respiraba  un aire que suelen desprender las ciudades que son el orgullo de sus habitantes.Pero al igual que la novedad de un sitio se va desgastando ante nuestra curiosidad al frecuentarlo,perdia la  magia de visitarlo.

Ya con la crisis y el desempleo caminar estas calles era carente de total asombro y dicha,con la mirada caida y el pensamiento sin rumbo solía buscar sombra y descanso en los bancos que pueblan frente al Palacio Real.Pasaban los días y los problemas se hacían más intensos,algunas veces con la tripa vacía solia gastar el único bocadillo que retenía durante el día,al terminar un trago de agua de botella calmaba mi ansiedad,cerraba los ojos y podía retener por un instante el aroma del cafe que el vientecillo atraía de las terrazas cercanas,y el recuerdo evadía mi vacia realidad con imágenes de tiempos pasado;sentado en esa plaza centria una hermosa mañana de otoño sintiendo el aroma de mi descafeinado  acompañado por un múscio hungaro que sintonisaba la mitica melodía de la  paloma.

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