jueves, 27 de diciembre de 2012

Estatuas madrieleñas junto a la estación Atocha

Transitar las calles frontales de la estación Atocha es tener esas pálidas estatuas que nos recuerdan la seriedad del tiempo es lo más común cuándo se busca un banco para tomar descanso.A sólo unos pasos del paseo Del Prado los plataneros cubren de hojas cada otoño los pies de variadas estatuas.En México hay demasiadas estatuas de santos que pueblan los interiores de las iglesias ,desde niño se llegaban infinidad de pensamientos al contemplarlas,sobretodo su mirada, esa mirada de impotencia que tienen los seres vivos postrados en una cama de hospital.
Mi situación legal en España se había convertido en un callado secreto que poco compartía con amigos cercanos,solía caminar sin rumbo en la espera de una ley que me permitiera tener acceso a los básicos servicios que nunca había valorado en México:un trabajo digno,poder tener un permiso  de retorno para visitar a mi padre que convalecía en sus últimos días de vida,poder tener el circulo de amigos que siempre prometieron estar ami lado y sobretodo no alimentar el odio que poco a poco sentía por el país que tanto había admirado.Pero de tanto caminar sólo conseguía cansancio  en bancos de hormigón  donde al elevar la mirada solía reconocer la misma mirada de esos santos mudos que adornaban el interior de las iglesias,pero hoy eran pálidas estatuas de mirada indiferente.

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